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miércoles, 21 de noviembre de 2018

Adaptación sin dejar la tradición: Día de Muertos en la ciudad




Una joven llora frente a la tumba de su madre, es la primera vez que ella va en un 2 de noviembre, en la mano derecha lleva un pequeño ramo de flores amarillas que acaba de comprar afuera del panteón. El costo en ese momento no le importa, pero ella gastó cada centavo que tenía en los bolsillos para comprar el conjunto de flores más bonito que estuviera en sus posibilidades.

Afuera del panteón americano, ubicado en la calzada México- Tacuba de la Ciudad de México, pareciera que cada esquina de la entrada es parte de un mercado de flores tales como Jamaica o Xochimilco. Las flores que más sobresalen en aquel lugar son las rosas y las flores de cempasúchil, los precios de estas son variados entre los 80 pesos a casi los 300.

Afuera de ese lugar sagrado, también hay múltiples puestos con comida, los cuales cubren hasta los más estrictos paladares; hay una inmensa diversidad de tacos, así como cocteles de frutas, desayunos y como tres locales diferentes de jugos y cafés.

El panorama se ve muy festivo, las personas entran con bocinas, canastas y grandes ramos de flores, la puerta de ese lugar de descanso es casi imperceptible por todas las familias que se disponen a interrumpir su tranquilidad...


Día de muertos, comienzo de la tradición




Cada año en el mes de noviembre las calles de todo México se pintan de culto visible al recuerdo de los muertos, pero lo cierto es que con el tiempo estas costumbres se van transformando. Con el motivo de saber más de estas tradiciones, la maestra en sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Guadalupe Cortés Altamirano comentó por qué esta festividad es única en México. 

Su origen proviene desde los rituales celebrados en la época prehispánica del continente americano “la muerte era parte de la vida” empezó la profesora su relato, mientras por unos instantes transportó de esa pequeña habitación llena de libros, al Mictlán, también conocido como lugar de los muertos, inframundo de la cultura maya, resguardada por Mictlantecuhtli, dios de la muerte.

Los antiguos pobladores “también le temían al inframundo” afirmó la socióloga, por eso realizaban sacrificios que significaban “el renacer del sol” siendo este astro una asociación a la vida en las culturas prehispánicas. “Los aztecas usaban ese temor a la muerte para demostrar su fuerza y la supremacía de su poderío, utilizaban los cráneos de sus enemigos en exhibición para lograr este cometido”.

Aun cuando la investigadora aclaró que, entre estas prácticas prehispánicas y la religión católica, se encontraron ciertas similitudes, también se adoptaron otras expresiones culturales “aprendimos una cultura que se negó al cambio”, los españoles inculcaron el miedo a dogmas los cuales los cuales no podían ser discutidos.

En parte las ofrendas y la festividad del día de muertos surge tras la necesidad de “No olvidar su lugar de origen” pero también la “adaptación de la cultura cristiana”, en una ofrenda los colores representativos son el negro y el morado que simboliza el luto dentro de las dos culturas, el copal o incienso, para que el alma visitante “entrará protegido a su hogar”.


Así como la flor de cempasúchil proviene de una leyenda Azteca, que cuenta la des fortuna de dos enamorados, los cuales todas las tardes subían a llevar flores a Tonatiuh (dios sol en la cultura azteca) al morir el joven por cuestiones de la guerra, su amada suplicó al sol reencontrarla con él, Tonatiuh se compadeció de la joven y la convirtió en una flor que simbolizaba el sol.

En México durante los siglos XIX y XX, surgieron como tradición llevar las ofrendas en los cementerios, pues para la religión católica “el entierro del cuerpo era también un dogma” pues ese espacio de reposo también simbolizó que “en ese lugar se encontraba un católico reconocido”. 

La maestra Guadalupe Cortés también mencionó que las leyendas son parte de todos los mexicanos que tienen como fin la “conservación de la memoria y llegar a la felicidad a través de estas”. Para la socióloga, las leyendas y otras actividades artísticas como hacer flores de papel o un tradicional papel picado, pueden ayudar a que las siguientes generaciones sigan conservando estas tradiciones, “inculcar no olvidar a los muertos”. 

Recordó que en muchos museos se realizan este tipo de actividades, también recomendó autores como Juan Rulfo y su obra Pedro Páramo, “el autor revive a los muertos, en el fondo es un deseo que todos tenemos”, afirmó; también recomendó a Carlos Monsiváis y sus escritos contra el Halloween; Julio Cortázar, su obra Rayuela “representa perfectamente el mundo pasado”; así como las caricaturas donde José Guadalupe Posada representó a la catrina.

Una modesta ofrenda


En el año 2016, La Procuraduría Federal del Consumidor estimó que los gastos que realiza una persona promedio para la realización de una ofrenda tradicional es de aproximadamente 940 pesos, esta cantidad fue obtenida en una lista de 30 artículos que todos los mexicanos consideran indispensables para poder venerar y esperar a sus muertos.
Entre los artículos que la Profeco consideró como indispensables están: la sal de mesa, las flores de cempasúchil, el tequila, la comida, diversas frutas, el comal, el papel picado, las veladoras y dulces mexicanos.
En una encuesta realizada a aproximadamente 30 familias mexicanas quienes en sus hogares realizan, cada año, la tradición de colocar una ofrenda los días 1 y 2 de noviembre, en su totalidad los cuestionados afirmaron que para la preparación de aquel recinto no debe faltar la sal, las veladoras “luz que guía de ida y vuelta a las almas”, las flores “cuyo olor atrae a los difuntos a sus hogares” y el agua “que consuela la sed”, de aquellos visitantes.

Sólo 10 familias afirmaron que los días festivos van a los panteones a “pasar el momento” con sus difuntos, como un acto para recordarlos. las demás establecieron que por falta de tiempo o por una costumbre diferente, preferían quedarse en su casa.  

Festival del día de muertos 2018, desde la perspectiva contraria  


Eran las dos de la tarde del sábado 27 de octubre, desde Chapultepec hasta el Centro de la Ciudad, las personas intentaban encontrar un lugar lo más enfrente posible, sus cuerpos chocaban con contra las rejas de metal que no les permitía pasar de un lado a otro con libertad. En dos horas empezaría el desfile conmemorativo por el Día de Muertos.
Desde el 2016 el gobierno de la ciudad, antes Distrito Federal, han realizado un mega desfile para celebrar y conmemorar esta festividad que tiene siglos de ser llevada a cabo.
Como si fuera costumbre, las personas que no alcanzaron lugar en primera fila escalaban en los lugares más altos de la parte de atrás, como teléfonos públicos o monumentos, para así poder adaptar una zona reservada.
En cada esquina colocaban una serie de cajas y mantas para adaptar estéticas especiales para recrear catrinas, también vendían refrescos, cocteles de fruta, papas y unos instrumentos hechos con espejos y cajas de cartón especiales para que aquellas personas que no fueron buenas escalando pudieran ver el desfile sin dificultades.


El reloj dio las cuatro en punto y el desfile comenzó, la música y los bailes surgieron, en automático todos los presentes sacaron sus celulares o cámaras fotográficas. transmitían en las redes sociales más conocidas (Facebook, Twitter, Instagram). Este año aquellas interpretaciones eran en nombre a los migrantes mexicanos y del mundo.
La lluvia surgió después de dos horas del inicio del desfile, pero las personas permanecieron en sus lugares, contemplando el espectáculo de principio a fin.
Contraste entre el culto y los eventos de la ciudad


Aquella joven entró al panteón, nerviosa sostenía el ramo de pequeñas flores amarillas que había comprado para colocarlas a la tumba de su madre. Ella sin esperar mucho se sorprendió de lo que pudo observar, familias enteras iban con mariachis, canastas que contenían comida para todos ellos y bocinas con corridos y música de banda.
Durante por lo menos dos horas observó que los integrantes de aquellas familias rodeaban las tumbas de sus muertos, entre ellos se abrazaban y compartían momentos juntos. Una unión que ni las noches de navidad y año nuevo logran. Al ver esas escenas sintió melancolía, pero a la vez felicidad.
Sí vio tumbas abandonadas, maltratadas y sin familiares; pero en cada una de ellas había pequeñas flores de cempasúchil que alguien había puesto para honrar a “quienes ahí descansan”.

México al ser un país multicultural, sus ciudadanos adaptan las tradiciones como una forma de no olvidar, pero también para sentirse identificados con estas cuestiones, después de tantos años de transmitir estas actitudes por las diferentes generaciones.